Crash: La excitación sexual en alta velocidad

En el año 1996, se estrenó una película que desató polémica por los críticos de cine, sobre todo en el Festival de Cannes de ese año, por sus escenas de alto calibre sexual y con una atmósfera fetichista poco convencional: Crash, extraños placeres, dirigido por David Cronenberg, basado en la novela con el mismo título del escritor británico, James Graham Ballard y publicado en 1973, es una apuesta al voyerismo por el placer que produce los accidentes automovilísticos. 






Conducir un auto, aumentar la velocidad, chocar lo más fuerte que se pueda y ver los cuerpos desgarrados, cuya sangre fluye en el pavimento o en las grietas de los vidrios donde el parabrisas deja ver en movimiento son para los protagonistas elementos que harán que sus libidos se aceleren y gocen de la sexualidad. Es el motivo más especial de tener un orgasmo, es la sensación de complacer el deseo sexual tan punzante que genera un choque de carros.

Los cuerpos desnudos con cicatrices complacen el momento erótico; tocar la piernas atrofiadas, besar sus heridas, animar la masturbación y la penetración dentro de los autos son los actos que caracterizan a esos hombres y mujeres que desean saciar sus ganas de sexo, las ganas de ver hasta una tragedia automovilística para llegar al clímax.



La actriz Holly Hunter interpretando el papel de Helen Remington en una escena de choque automovilístico


Entre más impactante sea el choque de autos, más alta será la excitación; el desborde de la sexualidad dependerá del alto grado del accidentalidad, de sus secuelas y lo que ocasione en los cuerpos, ya que un cuerpo destruido es un cuerpo que complace sexualmente, y de forma sorprendente, ayuda a aceptar las inclinaciones homosexuales como lo demuestra una de las escenas de la película.

El placer va más allá de lo bueno, de lo sano, o quizás, de lo normal; puede escandalizar y desafiar los niveles de la sexualidad con recursos poco convencionales como ver y apreciar un accidente de tránsito. 


Los actores James Spader y Deborah Kara Unger en una de las escenas más famosas de Crash


Crash manifiesta sin tapujos cómo los personajes coinciden en llenar sus placeres, en compartir sus deseos sexuales en las calles a la espera de un colapso entre autos y el delirio por tocar las pieles marcadas y arruinadas por los accidentes, porque la deformidad logra cumplir en saciar las ganas sexuales, que en algunas ocasiones, no pueden hacer los cuerpos sanos, puesto que lo anormal, lo atroz y decadente son complementos que satisfacen los sueños carnales, y desafían a jugar y a experimentar el sexo fuera de toda barrera que lo cohíba. 



Bataille lo había dicho cuando afirmó que el sexo es una pequeña muerte que se obtiene por el orgasmo que es liberador, y que consuela el impulso sexual; por lo tanto, no es de extrañar que se busquen estrategias sexuales, que se inventen actos para que los cuerpos suden, se muevan con más ligereza y puedan sumergirse el uno del otro, y para ello, hay que romper con los tabúes y con las normas morales que muchas veces frenan el estímulo sexual. 

No hay duda: Hay que seguir explorando la sexualidad e ir más allá de hacer un simple acto, y para lograrlo, se debe renunciar a todo aquello que está impidiendo que el goce sea más complaciente y feroz, pero la pregunta es hasta dónde se puede llegar para sentir esa liberación, ese placer sexual, ese estímulo para tener un orgasmo más duradero, o simplemente, poder interactuar más con la sexualidad. Aún así, el sexo es un camino que cada vez va abriendo más senderos que conducen a los seres humanos a explorar y a elegir en cuál están dispuestos a entrar para cumplir con el deseo sexual. Ojalá ese camino que se elija sea mordaz, atrevido y violentamente complaciente.





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