No se puede creer en lo que no se comprende: Marqués de Sade

La existencia de Dios no solo ha sido cuestionada dentro de la Filosofía o la Teología; también, ha sido un punto de debate dentro de la Literatura. 

Se sabe que en los tiempos en donde la Inquisición fue la gran asesina que silenció millones de vidas por poner en alto el nombre de Dios, hay que resaltar que hubo voces que no se quedaron calladas, a pesar de lo peligroso que resultaba expresar las ideas de manera libre y sin miramientos. Y aunque los siglos han cambiado, parece que todavía hay un mal de ojo que mira con sospecha y odio a los que no se convencen de la existencia de Dios. 

Hubo un personaje que, sin ningún miedo, se atrevió a manifestar su ateísmo de la manera más excitante, y con la fuerza de su pluma dedicó a los temas de la lujuria, la tortura sexual, la corrupción de la iglesia y mostró su apología al ateísmo: El Marqués de Sade.

Marqués de Sade


Donatien Alphonse Francois de Sade, más conocido como el Marqués de Sade, fue un escritor francés del siglo XVIII y parte del XIX, que tuvo una vida muy controversial que lo llevó varias veces a prisión, por sus escritos incendiarios y señalados de profanar las cuestiones religiosas. Y es que sus obras más conocidas como Justine y los infortunios de la virtud, 120 días de Sodoma, Juliette o las prosperidades del vicio, entre otras, expone una tesis central: Las virtudes son las que han impulsado a los vicios en la humanidad. Sade hace caer en cuenta que los mismos valores religiosos y morales son los imanes que incitan a la corrupción, al mal y a la perversidad. La religión es el peor mal por ser la que promueve el vicio en nombre de la virtud. Y es que Sade fue más allá cuando se atrevió a decir que no creía en Dios, simplemente porque no existe, en un tiempo convulso por la religión y que le trajo graves problemas.

Diálogos entre un sacerdote y un moribundo es una obra que Sade escribió para indagar sobre la existencia de Dios, y cómo la iglesia, representada por un sacerdote, persuade para que un moribundo se arrepienta de sus supuestos pecados; pero ese hombre que está a punto de morir no se arrepiente de nada y se mantiene en su posición de ateo. Una de las frases más emocionantes de esta historia la deja el moribundo cuando comenta que no puede creer en algo que no logra comprender; indica que las manifestaciones naturales tienen razones físicas sin intervenciones divinas e indaga sobre los supuestos milagros y el mal que hay en el mundo, de los cuales, es imposible que un Dios, si en verdad existiera, pueda permitir tan abominables perversiones. Toda una clase de especulaciones y de sospechas deja el moribundo entre ver y que el sacerdote no puede dar muchas explicaciones, y solo intercede manifestando que se debe a una cuestión de fe, una fe que el moribundo rechaza cuando no puede creer.

Texto del Marqués de Sade, Diálogo entre un sacerdote y un moribundo


En este texto se escucha la voz de Sade que se disfraza de moribundo para exponer su ateísmo, para hacer ver al mundo lo peligroso que es creer en algo incomprensible, en esa creencia de la existencia de Dios que ha sido impuesta desde la infancia, y que es más aterrador cuando no se puede comprender. Hay que tener cuidado de la Fe religiosa que solo hace alucinar al hombre de su propia realidad, aunque calma y apacigua los sentimientos: Ese es el peligro que muchos desean correr.



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